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Los sentimientos estaban muy presentes en las obras románticas: la melancolía, la frustración, el dolor… pero, sobre todo, el amor. Pero ese amor romántico no es un amor sereno, sosegado, sometido al control de lo conveniente o de lo racional sino un amor desatado, furioso y ciego que suele tener un final trágico.

La historia se convirtió también en fuente de inspiración para los escritores románticos, quienes encontraron en el pasado, especialmente en la Edad Media, un mundo diferente en el que refugiarse de la insatisfacción que les proporcionaba su propio mundo. Resultado de este interés por la historia es el desarrollo de la novela histórica o las leyendas, aunque también otros géneros literarios, como la lírica y el teatro, abrieron sus puertas al tema histórico.

La tradición. El gusto por el pasado más remoto no impidió que los románticos sintieran también una especial inclinación por lo nacional y por lo regional, lo que propició la exaltación de las costumbres y las tradiciones de su país.

Los conflictos sociales también fueron un tema recurrente en la literatura romántica, en la que se proclama la libertad y se ataca a los tiranos. Y se manifiesta, además, simpatía hacia los seres marginales: bandoleros, piratas, mendigos… y, en general, hacia todas las personas consideradas víctimas de una sociedad opresora y clasista.