Movimiento artístico y cultural que surgió en Europa en la década de 1920 tras la Primera Guerra Mundial, que intenta sobrepasar lo real impulsando lo irracional y onírico mediante la expresión del pensamiento o del subconsciente.
Movimiento artístico y cultural que surgió en Europa en la década de 1920 tras la Primera Guerra Mundial, que intenta sobrepasar lo real impulsando lo irracional y onírico mediante la expresión del pensamiento o del subconsciente.
Influido por las teorías sobre el inconsciente de Sigmund Freud.
El término fue acuñado por Apollinaire en 1917, pero el movimiento solo se estableció hacia 1924, cuando el poeta André Bretón publicó el Manifiesto del surrealismo en París. A partir de entonces, se expandió por el mundo y por todas las artes.
Características:
Acceso a los campos más profundos del pensamiento: mezcla ilógica de conceptos, figuras o emociones.
Contraste entre la realidad y el sueño: representan el inconsciente, la fantasía y lo irracional, y fusionan elementos de la realidad con los sueños.
Técnicas que buscaban la libertad creativa: automatización, la escritura automática y “cadáver exquisito” (varios artistas dibujaban diversas partes de un texto o una figura).
Imágenes extrañas y absurdas: desafían las convenciones de la lógica y la razón y pueden interpretarse de diversas maneras, por lo que dejan al espectador desorientado.
En la literatura:
El surrealismo fue seguido con interés por los intelectuales españoles de los años 30. Existía el precedente de Ramón Gómez de la Serna, quien utilizaba algunas fórmulas vinculables al surrealismo, como la greguería.
Varios poetas de la generación del 27 se interesaron por las posibilidades expresivas del surrealismo. Su huella es evidente en libros de Rafael Alberti; en Poeta en Nueva York de Federico García Lorca y Un río, un amor y Los placeres prohibidos de Luis Cernuda.
Vicente Aleixandre se definió a sí mismo como "un poeta superrealista", aunque matizó que su poesía no era en modo alguno producto directo de la escritura automática.
Miguel Hernández también sufrió una efímera etapa surrealista.
Yo estaba en la terraza luchando con la luna.
Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche.
En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos.
Y las brisas de largos remos
golpeaban los cenicientos cristales de Broadway.
La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro
para fingir una muerta semilla de manzana.
El aire de la llanura, empujado por los pastores,
temblaba con un miedo de molusco sin concha.
Lorca, Danza de la muerte, 1929